Puesto que cada cual se forja sus propios temores, también puede desembarazarse de ellos, con tal de regir y dominar sus pensamientos.
El temor es hijo de nuestro propio pensamiento: nuestra mente, por medio de su facultad imaginativa, lo crea.
El temor nace de la desconfianza en las propias fuerzas.
El temor es, sin duda, el mayor enemigo de la dicha.
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