martes, 23 de febrero de 2010

ANTHONY DE MELLO.

De acuerdo con su doctrina de que nada debía ser tomado demasiado en serio, ni siquiera sus propias enseñanzas, al Maestro le gustaba contar la siguiente anécdota acerca de sí mismo: Mi primer discípulo era tan débil que los ejercicios acabaron con su vida. Mi segundo discípulo se volvió loco por el fervor con que practicaba los ejercicios que yo le enseñaba. Mi tercer discípulo vio cómo se le embota el entendimiento por el exceso de contemplación. Pero el cuarto discípulo consiguió conservar la cordura. ¿Y cómo lo logró?, solía preguntar alguien invariablemente. Posiblemente porque fue el único que se negó a realizar los ejercicios. Y una unánime carcajada solía acoger las palabras del Maestro.

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